Os propongo un juego sencillo, he
aquí nueve puntos dispuestos en cuadrado a los que hay que unir por cuatro
trazos rectos sin levantar el lápiz. Recomiendo hacerlo
antes de ver la solución que está un poco más abajo.
El vacío del Todo-Posible
El vacío del Todo-Posible
A cada pregunta, verdadera y viva, que nos hagamos, corresponderá una respuesta precisa en el infinito de los posibles. La forma más justa de hacer nuestra pregunta será por tanto, situarla en la realidad total que incluye todas las potencialidades. La respuesta a nuestras preguntas está aquí y en todas partes, fácilmente accesible, pero separada de nosotros por un velo imaginario. Si llegamos a percibirla, superando los límites de nuestro condicionamiento mental, podremos verla y tomarla.
Pero esas preguntas que nos hacemos se hallan encerradas en nuestras limitaciones, y haremos mal en tratar de pensarlas en su verdadera dimensión, puesto que nos superan ampliamente, y se remiten a una realidad de conjunto que no tenemos idea.
Un problema de geometría nos ayudará a comprenderlo. He
aquí nueve puntos dispuestos en cuadrado a los que hay que unir por cuatro
trazos rectos sin levantar el lápiz.
Si uno se limita a observar la aparente disposición de
los puntos y trata de unirlos según la forma del cuadrado, se bloquea
mentalmente la posibilidad de la solución. Pero si se sitúa el problema en el
infinito de los posibles, y se imaginan esos puntos en mitad de un infinito de
puntos ausentes, surgirá la solución por si misma al dispararse la imaginación:
dos posibles puntos aparecerán como respuesta repentina, deshaciendo la imagen
del cuadrado que no ha existido más que en la construcción de nuestro mental.
Y todavía mejor. Si se es capaz de no quedarse satisfecho
tan pronto con la respuesta, y se mantiene la apertura del campo de conciencia
hacia el Todo-Posible, se verán aparecer otras tres posibles soluciones, y se
descubrirá que la cuestión de partida, limitada en su formulación, da paso a
una magnífica constelación de puntos que aguardan su completo desarrollo y su
plena realización.
Los nueve puntos del postulado de partida, aunque son
difíciles de unir se encuentran potencialmente
conectados a otros ocho puntos invisibles (ausentes). Esos nueve puntos en
cuadrado forman el fragmento aparente de un modelo de realización que no espera
otra cosa que su realización: el cuadrado se despliega entonces en una
magnífica estrella de ocho puntas. Los puntos presentes y los puntos invisibles
se hallan en atracción recíproca. ¿Qué les impide encontrarse? Sólo nuestra
visión mental condicionada y limitada.
Existe también un cierto número de “problemas” en cada uno de nosotros. Es indispensable para su resolución, nuestra participación activa. Y esta consiste en concebir y también en percibir, el infinito de lo posible en nuestra representación del mundo. Nos es necesario franquear el velo imaginario que nos separa del Todo-Posible. Ese velo es una imagen: los nueve puntos del cuadrado. Porque nuestro pensamiento proyecta una imagen que considera real en la que se encierra.
Existe también un cierto número de “problemas” en cada uno de nosotros. Es indispensable para su resolución, nuestra participación activa. Y esta consiste en concebir y también en percibir, el infinito de lo posible en nuestra representación del mundo. Nos es necesario franquear el velo imaginario que nos separa del Todo-Posible. Ese velo es una imagen: los nueve puntos del cuadrado. Porque nuestro pensamiento proyecta una imagen que considera real en la que se encierra.
Sólo el infinito que se encuentra en nosotros puede
destruir ese velo de ilusión y hacernos percibir directamente la realidad, por
inspiración, en un instante creativo, puesto que al infinito de nuestro corazón
le está concedido el infinito de lo posible.
Extraído de un texto de Debailleul y Brasey.
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