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domingo, 4 de enero de 2015

El vacío del Todo-Posible



Os propongo un juego sencillo, he aquí nueve puntos dispuestos en cuadrado a los que hay que unir por cuatro trazos rectos sin levantar el lápiz. Recomiendo hacerlo antes de ver la solución que está un poco más abajo. 

El vacío del Todo-Posible 

A cada pregunta, verdadera y viva, que nos hagamos, corresponderá una respuesta precisa en el infinito de los posibles. La forma más justa de hacer nuestra pregunta será por tanto, situarla en la realidad total que incluye todas las potencialidades. La respuesta a nuestras preguntas está aquí y en todas partes, fácilmente accesible, pero separada de nosotros por un velo imaginario. Si llegamos a percibirla, superando los límites de nuestro condicionamiento mental, podremos verla y tomarla.

Pero esas preguntas que nos hacemos se hallan encerradas en nuestras limitaciones, y haremos mal en tratar de pensarlas en su verdadera dimensión, puesto que nos superan ampliamente, y se remiten a una realidad de conjunto que no tenemos idea.

Un problema de geometría nos ayudará a comprenderlo. He aquí nueve puntos dispuestos en cuadrado a los que hay que unir por cuatro trazos rectos sin levantar el lápiz.




Si uno se limita a observar la aparente disposición de los puntos y trata de unirlos según la forma del cuadrado, se bloquea mentalmente la posibilidad de la solución. Pero si se sitúa el problema en el infinito de los posibles, y se imaginan esos puntos en mitad de un infinito de puntos ausentes, surgirá la solución por si misma al dispararse la imaginación: dos posibles puntos aparecerán como respuesta repentina, deshaciendo la imagen del cuadrado que no ha existido más que en la construcción de nuestro mental.




Y todavía mejor. Si se es capaz de no quedarse satisfecho tan pronto con la respuesta, y se mantiene la apertura del campo de conciencia hacia el Todo-Posible, se verán aparecer otras tres posibles soluciones, y se descubrirá que la cuestión de partida, limitada en su formulación, da paso a una magnífica constelación de puntos que aguardan su completo desarrollo y su plena realización.





Los nueve puntos del postulado de partida, aunque son difíciles de unir se  encuentran potencialmente conectados a otros ocho puntos invisibles (ausentes). Esos nueve puntos en cuadrado forman el fragmento aparente de un modelo de realización que no espera otra cosa que su realización: el cuadrado se despliega entonces en una magnífica estrella de ocho puntas. Los puntos presentes y los puntos invisibles se hallan en atracción recíproca. ¿Qué les impide encontrarse? Sólo nuestra visión mental condicionada y limitada.

Existe también un cierto número de “problemas” en cada uno de nosotros. Es indispensable para su resolución, nuestra participación activa. Y esta consiste en concebir y también en percibir, el infinito de lo posible en nuestra representación del mundo. Nos es necesario franquear el velo imaginario que nos separa del Todo-Posible. Ese velo es una imagen: los nueve puntos del cuadrado. Porque nuestro pensamiento proyecta una imagen que considera real en la que se encierra.

Sólo el infinito que se encuentra en nosotros puede destruir ese velo de ilusión y hacernos percibir directamente la realidad, por inspiración, en un instante creativo, puesto que al infinito de nuestro corazón le está concedido el infinito de lo posible.



Extraído de un texto de Debailleul y Brasey.


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