En este
taller os invito a introducirnos en el tema de la auto empatía y acompañamiento
auto empático, a través del trabajo corporal y de ejercicios prácticos,
utilizando algunas herramientas de la comunicación no violenta que nos ayudarán
a ver que es lo que hay de vivo en nosotros en este momento. El propósito es el
encuentro con uno mismo para comprendernos mejor y a partir de ahí, poder
comprender mejor a los demás.
La auto empatía
es la base, son los cimientos respecto a nosotros mismos. Muchas veces vamos a
dar escucha empática con una intención maravillosa, de querer conectar con el
otro, pero como no tenemos esos cimientos de habernos escuchado a nosotros
mismos, vamos en unas condiciones que cuando el otro dice algo que no nos
gusta, reaccionamos airadamente, sin entender lo que está pasando.
Trabajaremos
con los juicios y a través esos juicios que tenemos hacia nosotros mismos
podremos contactar con los sentimientos y necesidades que esconden.
La intención
es iniciar un acercamiento a darnos cuenta. La auto empatía es un camino hacia
nuestras necesidades y a celebrar que hay algo vivo en mí con la confianza de
que luego podré pedir, porque tenemos la seguridad del acceso a esa etapa.
Bailaremos
desde cada uno y hacia el otro.
A través
de la danza, la expresión, la voz, el masaje y la respiración, tomamos
consciencia de nuestro cuerpo de una manera divertida y en contacto con el
otro.
Guiados a
través de la música y por las diferentes propuestas, desarrollaremos nuestro
potencial creativo y emocional, estimulando y despertando la capacidad de comunicación
con las demás personas.
Dirigido a todas aquellas personas que
deseen encontrarse mejor consigo mismas y que quieran compartir con los demás
un espacio de libertad y confianza.
No es necesario tener experiencia en expresión corporal,
danza, teatro…
No hay límites de edad.
Acabo con
un fragmento de Le Petit Prince de Antoine de Saint-Exupéry. En un momento
determinado el Principito se encuentra con un comerciante que ha descubierto
una píldora que permite no tener nunca sed. Y el comerciante, orgulloso,
pondera su píldora diciendo: “Gracias a esto ya no hace falta ir al pozo ni a
sacar agua de la fuente, y he calculado que permite economizar hasta cincuenta
y tres minutos por semana”. Al oírle el Principito se siente consternado y
responde: “Si yo tuviese cincuenta y tres minutos, caminaría muy lentamente
hacia una fuente”.
Dicho de
otro modo, me tomaría tiempo para ir tranquilamente hacia lo que va a saciarme,
a revitalizarme. Me regocijaría con el frescor del agua antes incluso de
haberla probado, me refrescaría con su melodía antes incluso de meter en ellas
las manos. Me tomaría tiempo para estar allí donde la vida me alimenta y apaga
verdaderamente mi sed.
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